El presidente Pedro Sánchez enfrenta críticas por las decisiones educativas de su familia, mientras su Gobierno impulsa medidas más estrictas contra las universidades privadas en España.
La elección de la universidad donde estudia la hija menor del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha generado un intenso debate público. Carlota Sánchez Gómez cursa el doble grado de Administración y Dirección de Empresas (ADE) y Marketing en inglés en ESIC University, una institución privada católica sin ánimo de lucro ubicada en Pozuelo de Alarcón, Madrid. El centro, gestionado por los Padres Reparadores del Sagrado Corazón de Jesús, lleva seis décadas formando profesionales en el ámbito empresarial y del marketing. La decisión de la familia Sánchez de optar por este modelo educativo ha llamado la atención debido a la política reciente del Ejecutivo hacia las universidades privadas.
Un escenario político bajo presión
El hecho ocurre en un momento particularmente delicado para el sistema universitario español. El Gobierno, liderado por Sánchez, aprobó recientemente un decreto que endurece los requisitos para la creación y funcionamiento de universidades privadas. Esta normativa, impulsada por la ministra de Ciencia y Universidades, Diana Morant, tiene como propósito garantizar la calidad y sostenibilidad de estas instituciones. Entre las nuevas exigencias figuran tener al menos 4.500 alumnos matriculados, impartir un mínimo de diez grados, seis másteres y tres programas de doctorado, además de disponer de un fondo económico equivalente al presupuesto del tercer año de funcionamiento.
La normativa, cuya elaboración se inició en marzo y recibió el visto bueno del Consejo de Ministros en septiembre, busca contener el aumento de instituciones que el Gobierno califica como “chiringuitos universitarios”. No obstante, su promulgación ha generado una oleada de objeciones por parte de la esfera privada, la cual interpreta que la disposición tiene como objetivo limitar de forma injustificada el crecimiento del ámbito universitario no estatal.
Aun cuando ESIC University aún no satisface la totalidad de los nuevos requisitos —posee 3.700 alumnos y le faltan programas de doctorado en tres campos del saber—, la entidad cuenta con un plazo de seis años para adecuarse. Desde que se transformó en una universidad autónoma en 2021, después de décadas ligada a la Universidad Rey Juan Carlos, la institución ha puesto en marcha una estrategia para amoldarse gradualmente a las nuevas regulaciones.
Cuestionamientos desde múltiples ámbitos
La propuesta del gobierno ha provocado desacuerdo incluso entre los miembros del propio poder ejecutivo. Departamentos como el de Finanzas y Empleo, junto con la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, han expresado su oposición a la regulación, argumentando que podría restringir la competencia abierta y el progreso en el ámbito educativo. El Consejo de Estado también manifestó inquietudes en su informe, y diversas regiones autónomas, incluyendo algunas administradas por el Partido Socialista, como Castilla-La Mancha, se han unido a las objeciones.
Desde los círculos académicos y corporativos, la normativa se considera un obstáculo para la expansión de la oferta educativa en las universidades españolas. Especialistas en enseñanza superior advierten que numerosas entidades privadas enfocadas en campos específicos del saber —tales como la ingeniería, la tecnología o la gestión empresarial— podrían tener problemas para satisfacer las exigencias impuestas, lo que comprometería su sostenibilidad a medio plazo.
La paradoja familiar
La polémica en torno a la educación privada se ha intensificado debido a que no es la primera vez que figuras del ámbito político progresista eligen este tipo de instituciones para sus hijos. Casos recientes, como el de Pablo Iglesias e Irene Montero, quienes matricularon a dos de sus hijos en un colegio privado del norte de Madrid, han reavivado el debate sobre la coherencia entre discurso político y decisiones personales.
En el caso de la familia Sánchez, la elección de ESIC University contrasta con las políticas del Gobierno que tienden a favorecer la educación pública y a restringir los recursos destinados a la enseñanza concertada y privada. La denominada Ley Celaá, aprobada durante esta legislatura, modificó la distribución de fondos y limitó la financiación pública para centros que segregan por sexo, una medida que generó tensión con los sectores católicos y concertados.
La paradoja se extiende más allá de la hija del presidente. La esposa de Pedro Sánchez, Begoña Gómez, realizó estudios relacionados con la dirección empresarial y el marketing en la misma institución, ESIC. Por su parte, el propio presidente cursó la carrera de Ciencias Económicas y Empresariales en el Real Colegio Universitario María Cristina de El Escorial, un centro privado de inspiración católica vinculado a los agustinos. Además, su hermano, David Sánchez, también se formó en una universidad privada: Comillas, de los jesuitas. Incluso su tesis doctoral, objeto de controversia en su momento, fue presentada en la Universidad Camilo José Cela, otro centro privado de Madrid.
Un modelo educativo bajo revisión
La discusión acerca de la enseñanza privada en España va más allá del ámbito universitario. A partir de la implementación de la Ley Celaá, el esquema de centros concertados —que fusiona el financiamiento estatal con la administración particular— ha sufrido modificaciones que, de acuerdo con las organizaciones de progenitores y directivos, restringen la autonomía de las familias para elegir. Esta modalidad educativa constituye cerca del veinticinco por ciento del sistema escolar español y ha sido históricamente respaldada por vastos segmentos de la población debido a su armonía entre excelencia académica y asequibilidad económica.
Con el nuevo decreto universitario, el Ejecutivo da un paso más en su intención de fortalecer el sector público. No obstante, analistas señalan que las universidades privadas han desempeñado un papel relevante en la modernización del sistema educativo, contribuyendo con programas especializados y modelos de enseñanza adaptados a las demandas del mercado laboral. Instituciones como ESIC, Deusto o Comillas han logrado altos índices de empleabilidad y reconocimiento internacional, lo que, según algunos expertos, demuestra que la coexistencia de ambos modelos puede ser beneficiosa para el país.
Entre la ideología y la práctica
La determinación de la familia Sánchez ha vuelto a encender un debate de mayor calado: la disparidad entre los postulados ideológicos y las resoluciones individuales de los dirigentes políticos. En un escenario donde la instrucción se considera un fundamento de equidad y progreso social, las elecciones personales de aquellos que impulsan políticas públicas adquieren un significado emblemático. Ciertos grupos ven en este suceso una inconsistencia; otros, una opción válida fundamentada en la excelencia académica y las posibilidades de formación que brindan ciertas entidades.
A medida que avanza la implementación del nuevo decreto, el sector universitario se enfrenta a un proceso de adaptación que podría redefinir su estructura en los próximos años. Mientras tanto, el debate sobre la educación pública y privada continúa dividiendo opiniones, tanto en el ámbito político como entre las familias españolas.
Un desafío para el acceso a la educación
La formación académica, trascendiendo su faceta política, continúa siendo un ámbito donde confluyen principios, posibilidades y elecciones individuales. La situación de la descendiente de Pedro Sánchez ejemplifica la intrincada naturaleza de esta discusión, en la que la frontera entre lo público y lo privado se torna imprecisa. En un contexto de transformaciones, cuestionamientos y adaptaciones estructurales, el entramado universitario español se halla en un momento crucial que podría definir la trayectoria de su desarrollo en los próximos diez años.
En última instancia, el desafío radica en garantizar un acceso equitativo y una educación de calidad para todos los ciudadanos, sin que las convicciones ideológicas o las políticas gubernamentales se conviertan en barreras para la libertad de elección académica.
